Descubre la tradición panadera de Teruel con los panes de cañada y pintera, amparados por la marca de calidad alimentaria C’alial. Elaborados de manera artesanal, estos panes no contienen aditivos ni coadyuvantes tecnológicos, sino únicamente materias primas de la máxima calidad como trigo, levadura, sal, agua y masa madre, con largos periodos de fermentación para su perfecto desarrollo.

El pan de cañada, reconocible por su forma ovalada y las hendiduras en la parte superior, tiene un grosor inferior a 6 cm y un característico color dorado brillante, resultado del aceite de oliva con el que se impregna antes de la cocción. Desde época medieval, ha sido el pan típico de los pastores trashumantes, gracias a su durabilidad y frescura durante mucho tiempo. De hecho, su nombre se asocia a las cañadas por las que aún transitan los ganados trashumantes. En el Nápoles del siglo XVII, una variante del pan de cañada, también conocido como pan de corteza, dio lugar a las bases de pizza que conocemos hoy en día.

El pan de pintera, también llamado de pintadera o de estrella, es redondo, aplastado por las orillas y elevado y ahuecado por la parte central. Su corteza es fina y crujiente, y su miga esponjosa con alveolado grueso distribuido de forma irregular. Su aspecto rústico proviene de su origen medieval en los obradores de cualquier casa. Se le llamó pan de pintera porque cada pieza se marcaba o pintaba para reconocerla al cocerse en los hornos comunitarios de los pueblos de la provincia. En tiempos de escasez, los panes de pintera también eran utilizados en bodas, fiestas y celebraciones especiales como sustituto de la pastelería, decorándose de forma especial para estas ocasiones.